El mismo viento que golpea en la cara,
el reflejo de la luna sobre el agua negra.
No hay tormenta: las nubes huyeron al sentir sus ojos desbordados de lágrimas. Una vez más, la nostalgia ganó terreno.
Y, sin saber qué decir, pensaba en lo mucho que reía durante aquellas noches de luna llena, cuando todo era sencillo y personal.
Dos cuerdas tensas de las que tiran en direcciones contrarias. Como siempre, se encuentra con la trayectoria que el rumbo estipulado trazó para él.
Una evaluación permanente con escapadas aleatorias. Buen ambiente, buenas canciones y anécdotas que fluyen entre copa y copa.
¿Qué queda? Los de siempre. Sólo esos.
Escrito por berges a las 3 de Abril 2005 a las 12:36 AM