No pudo mirarle a los ojos. Lloraba. Las lágrimas resbalaban por su rostro hasta empapar lentamente su mano.
Él la miraba fijamente intentando encontrar una explicación convincente a la decisión que acababa de comunicarle. El silencio hacía que los segundos fueran horas.
¿Acaso no pintaba nada en su vida? Al menos podría haberlo consultado con él.
No, no te engañes. Ella siempre pensó que lo nuestro no duraría. Fue un mero entretenimiento, un escape a la rutina.
-Se va, se me escapa sin poder evitarlo delante de mis narices.
En un principio se sintió culpable, pero cuanto más lo pensaba, más se daba cuenta de que ella nunca fue suya. En el fondo siempre presintió que este momento llegaría.
No le dijo adiós, la despedida era tan inminente que no merecía la pena malgastar palabras. Abrió la puerta, y mirándola por última vez, se marchó con un sabor agridulce y el corazón roto.